Hombres de carne y hueso
Esta semana, todavía en plena adaptación al nuevo panorama que ha provocado la pandemia del coronavirus, observamos como nuestras rutinas se han alterado en todos los ámbitos de nuestra vida.
El decreto de confinamiento total y las recomendaciones del Gobierno también han modificado enormemente el día a día de la Iglesia. Las decisiones que hemos tomado han obedecido únicamente a contribuir a que los efectos nefastos del coronavirus se atajaran. Algunos templos han sido cerrados para evitar contagios, aunque la actividad y servicio espiritual no ha cesado gracias a las nuevas tecnologías y, sobre todo, gracias a nuestros sacerdotes que no han dejado de remar en medio de esta convulsa tempestad.