Mientras el mundo entero está siendo contagiado por el coronavirus, el cardenal Robert Sarah, confinado en el Vaticano, analiza las causas de esta crisis absolutamente inédita.
¿Qué le inspira la crisis del coronavirus?
Este virus ha actuado como un indicador. En pocas semanas, la gran quimera de un mundo materialista que se creía todopoderoso parece haberse hundido. Hace unos días, los políticos nos hablaban de crecimiento, pensiones, reducción del paro. Se sentían seguros de sí mismos. Y he aquí que un virus, un virus microscópico, ha puesto de rodillas a este mundo ufano, que se contemplaba a sí mismo ebrio de autosatisfacción porque se creía invulnerable. La crisis actual es una parábola, que nos revela cuán inconsistente, frágil y vacío es todo lo que nos hacían creer. Nos decían: ¡podéis consumir de manera ilimitada! Pero la economía se ha hundido y las bolsas caen en picado. Hay fracasos por doquier. Nos prometían llevar más allá de los límites la naturaleza humana por medio de una ciencia triunfalista. Nos hablaban de vientres de alquiler, procreación asistida, transhumanismo, humanidad potenciada. Nos vanagloriábamos de un hombre de síntesis y una humanidad que las biotecnologías convertirían en invencible e inmortal. Y, en cambio, henos aquí, enloquecidos, confinados por un virus del que nos sabemos casi nada. El término epidemia había sido superado, era un término medieval. De repente, se ha convertido en nuestra cotidianidad.